Acabo de recibir un correo electrónico de un buen amigo en el que, tras los saludos iniciales, algunos parabienes y otros asuntos personales, me hace llegar algunas consideraciones que se le han venido a la cabeza a propósito del post ¡No hay color!

Se trata de una  interesante reflexión sobre el uso de las tabletas, que no puedo por menos que copiar y pegar, siguiendo sus instrucciones, puesto que las ansias por coger las vacaciones no le permitían permanecer ni un minuto más delante del ordenador, cosa que comprendo perfectamente. Me sugiere incluso el título de su reflexión, Free & Soft (libre y suave).  No pienso dar más datos, puesto que mi amigo se ha escapado del «cole» una hora y media antes de la que corresponde a la de salida y no vaya a ser que alguien comience a atar cabos…

Hace pocos días, en el transcurso de una conversación entre amigos, de corte informático, uno de ellos puso de relieve que el ordenador era uno de esos pocos equipamientos que después de veinticinco años de evolución, a día de hoy, el tiempo invertido en el arranque es muy superior al que invertía en 1990. No sé si su afirmación es exactamente cierta, subjetivamente creo que no le falta razón, pero sin duda lo que es del todo real es que el tiempo que un PC o portátil doméstico utiliza para arrancar nos parece una eternidad, además de una estúpida pérdida que se repite varias veces al día.

Esta simple anécdota me vino a la cabeza al leer el resultado de una sencilla, práctica e interesante encuesta sobre el uso que los netizens americanos hacen de sus tabletas. Ni más ni menos que el veintiocho por ciento de los encuestados pusieron de relieve que este nuevo e incipiente equipamiento, en el breve lapso de tiempo que ha transcurrido desde su aparición, se ha convertido en su ordenador principal al menos en el espacio doméstico.
Creo que una de las poderosas razones que llevan a este cambio es, sin duda, la reducción del tiempo de arranque, la buena gestión de su latencia, la falta de cualquier tipo de zumbidos, el ahorro energético, la duración de la batería, la facilidad de conexión wi-fi y, por si fuera poco, su portabilidad a lo largo, ancho y alto de toda la casa. En definitiva, su ergonomía.

Con la aparición de este nuevo equipamiento en el hogar las tres cuartas partes de los encuestados certifican que disminuyó el uso habitual de su portátil o de su ordenador de sobre mesa, primer signo del camino hacia el almacén. Pero estoy seguro que esto también tiene  que ver con el hecho de que durante muchos años nos han vendido un cacharro que superaba con mucho las necesidades de cálculo de los ciudadanos normales y corrientes, o lo que es lo mismo, un vendedor avispado nos colocó un autobús para desplazarnos al colegio a buscar a nuestro único hijo.
De momento y a pesar de la facilidad de transporte de las misma, pesa en torno a los seiscientos gramos, la tableta se usa en casa, siguiendo el mismo patrón que con el resto de los equipamientos de carácter informático:
comunicación y consulta de información. Queda claro que, y me alegra que el ciudadano tenga tanto sentido común, cuando salimos de casa cualquier urgencia informativa o de comunicación  queda reservada al uso del smartphone.
Como netizens domésticos la utilizamos fundamentalmente durante los días laborables de la semana y en horario de noche. En mi caso, desde que tengo tableta, la consulta del periódico y las conexiones radiofónicas las realizo a través de ella y, por supuesto, en cualquier viaje de trabajo u estancia en hotel, mi preferencia es trasladarme con la tableta,  pues desde ella puedo consultar y responder correo, visitar páginas web, comprar, leer mi libro preferido, oír música, buscar información, consultar las noticias… En definitiva, todo lo que necesito.
Aunque estoy acostumbrado a ver a mis hijos en el sofá, con el ordenador portátil sobre las piernas, cuando usan la tableta el entorno se vuelve más agradable, es de agradecer la desaparición de la pantalla vertical del portátil y el lío de cables del ratón, permitiendo un mayor nivel de comunicación e incluso de cercanía. Esto y otras muchas cosas, me hace presentir que es un buen equipamiento no solo para el hogar, sino que se comportará bien en todos aquellos lugares en los que tenga que alternarse la comunicación presencial y el uso de equipamientos electrónicos, un buen ejemplo puede ser las aulas en los colegios,  pues facilitaríamos la implantación de los ecosistemas educativos en los que los agentes implicados en los procesos de enseñanza aprendizaje se desenvuelven, tanto desde el punto de vista de las infraestructuras como desde el software. En general, la capacidad de conexión y de almacenamiento es más que suficiente para las necesidades existentes en el hogar o en el cole, y no debemos olvidar que éstas se conectarán perfectamente a la nube, lugar en el que espero se olviden las pesadas mochilas destroza espaldas con las que los chavales, a diario, se desplazan al colegio.

Hasta aquí las reflexiones de mi amigo «el profesor impaciente por coger vacaciones». De mi cosecha añado que si alguien quiere consultar en profundidad la encuesta a la que hace referencia el post, la tiene disponible en nuestro Centro del Conocimiento, o haciendo clic sobre este enlace.