Imagen cedida por María Reyes Suárez.

En un pequeño cabás de hojalata  se contenía todo el material escolar que un colegial necesitaba a mediados del siglo XX.  Un pizarrín, un plumier y la enciclopedia escolar componían la imagen escuálida de la escasez, a veces complementada con una lata de cisco para calentar las manos.  En contraste, la estampa actual de los niños arrastrando mochilas repletas de libros, o lo que es peor, transportando una arroba de peso a la espalda, nos hace plantear otros tipo de cuestiones, máxime en una época en la que la tecnología existente permitiría  llevar encima todos los libros, materiales y recursos complementarios necesarios para el aprendizaje, en un dispositivo todavía menos  pesado que aquel escueto cabás del siglo pasado: la tableta digital.

Puede que no estemos tan lejos de la escuela del futuro como pudiese parecer, al menos técnicamente, según lo que podemos barruntar a raíz de nuestra experiencia con las tabletas digitales dentro del aula, aunque  existen a priori algunos elementos susceptibles de frenar la incorporación de estas herramientas a la educación obligatoria.  Sin entrar en otro tipo de consideraciones sobre las que aún no tenemos datos suficientes, (dependencia de los libros de texto, mala adaptación de los textos a los nuevos soportes, mala cobertura de banda ancha en zonas rurales, coste disparatado del servicio, formación TIC de los docentes…..) digamos que el elevado precio de las tabletas, por un lado, y el requerimiento de una  infraestructura wifi  en los centros, con el suficiente ancho de banda para soportar  un importante número de conexiones simultáneas, por otro, pueden condicionar la utilización didáctica de un  dispositivo ciertamente interesante como elemento de aprendizaje.
A medida que el proyecto vaya avanzando podremos ir extrayendo conclusiones que iremos comentando en este espacio.