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Adquirir la habilidad de dominar el teclado QWERTY, requería quedarse en el colegio después de las clases de la tarde, para asistir a mecanografía, de lunes a viernes y durante, al menos,  dos cursos escolares. Al finalizar  cada año, los técnicos de la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, nos examinaban y expedían un certificado a modo de título, que algunos aún guardamos por ser el primero que obtuvimos. Había quien llegaba a dar 300 pulsaciones por minuto, en aquellas aparatosas máquinas de escribir con el teclado en diferentes alturas (se utilizaba mucho la línea 98 de Olivetti), que te obligaba a pisar las teclas con fuerza y a forzar una antinatural postura de las manos.

Con el paso del tiempo, los teclados fueron perdiendo verticalidad y dureza. Incluso se adaptaran a una posición más ergonómica de las manos, aunque se notaba a los mecanógrafos de la vieja escuela por la fuerza con la que aporreábamos los sensibles teclados electrónicos, y por otra particularidad común a todos los que aprendimos el llamado «método al tacto», que consiste en descansar los dedos en la línea central del teclado, con los dedos meñiques sobre la «a» y la «ñ», respectivamente y el resto sobre las teclas correspondientes. Incluso los pulgares encuentran su apoyo en la barra espaciadora.

Pues bien, con la aparición del teclado virtual en las pantallas táctiles estoy notando dos cosas: una, que no hay suficiente espacio para colocar las manos encima del teclado y dos, que aunque lo hubiera, la sensibilidad del teclado no te permite apoyar los dedos, por lo que tienes que mantener la posición de las manos en el aire, conformando una figura que vista desde fuera debe resultar ridícula. Esta posición te obliga a lanzar hacia abajo el dedo correspondiente, que se lanza al encuentro de su tecla, con la consiguiente falta de precisión, debido a que debajo de cada dedo hay dos teclas virtuales,  y a  la imposibilidad física que tenemos algunos para desplazar el meñique sin arrastrar también al anular. Como consecuencia de todo esto, estoy viendo a veloces mecanógrafos de 10 dedos, regresar a la prehistoria cuartelera y  volver escribir al estilo «cabo de guardia», utilizando un dedo, o a lo sumo dos, de cada mano.  ¡Para eso tantas tardes dedicadas a «escribir sin mirar»!. No me queda otra que descolgar de la pared del pasillo el diploma de la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País.  Paradojas de la evolución.