Cada niño presenta unas características únicas e individuales en su desarrollo pero, entre los 4 y los 8 años, se adentran en un pensamiento intuitivo e imaginario, les gusta observar e investigar y se basan en hechos concretos, es decir, no simbolizan sino que tienen que ver las jugadas en el propio tablero. En algunas escuelas como en Dresden (Alemania) se ha sustituido una hora de matemáticas a la semana por una hora de ajedrez, una decisión tomada a partir de las investigaciones de la Universidad de Tréveris que tras cuatro años de estudio demostró que la capacidad de lectura de los ajedrecistas es el doble de buena que la del promedio de los alumnos y que sus capacidades lingüísticas son tres veces mejores que los que no juegan al ajedrez.

Y ¿por qué enseñarles a jugar al ajedrez? Porque este juego milenario presenta una serie de problemas muy interesantes. Con todas las fichas sobre el tablero, o solo con algunas de ellas se pueden plantear situaciones que permiten practicar estrategias o resolución de problemas. Es también muy interesante leer libros de ajedrez, conocer estrategias ganadoras de juegos sobre el tablero y asignar coordenadas en el plano.

El ajedrez enseña a los niños a concentrarse, a pensar racionalmente, a mejorar sus habilidades cognoscitivas, a reconocer configuraciones, se hace responsable de sus propios actos y debe aceptar las consecuencias, enseña a dar lo mejor de si mismos para conseguir la victoria, pero también a aceptar la derrota y superarse a si mismo. El ajedrez desarrolla el razonamiento lógico-matemático y por tanto mejora las aptitudes matemáticas de los alumnos.

En “Escuela de tarde” queremos favorecer una educación que va más allá de la mera transmisión de información, conseguir la motivación de nuestros alumnos,  desarrollar su imaginación, creatividad, desarrollar su propia personalidad, predecir y proyectar hacia el futuro las consecuencias de sus acciones, ser independientes y comprender que el éxito premia el trabajo intenso. Pero también a valorar los errores, saber que se puede aprender más de las partidas perdidas que de las ganadas, y que hay que jugar cientos de partidas para convertirse en un gran jugador.

Aquí tenemos a Jesús Javier preparado para jugar. ¡Ánimo campeón!